Los hechos históricos pueden ser complejos o de larga duración o elementales e instantáneos. En la primera categoría caben las etapas o periodos y los segundos son aquellos considerados como decisivos a partir de la influencia que generan al momento de realizarse. Y la historia de México está repleta de acontecimientos elementales: el 5 de febrero, el 5 de mayo, el 16 de septiembre o el 20 de noviembre tan solo por citar algunos. Los diez días conocidos decena trágica, bien caben en ésta categoría. Son una serie de acontecimientos que pusieron en estado de alerta y zozobra a la nación, por las consecuencias reflejadas en el ámbito político, económico, militar, cultural e internacional. Diez días tan intensos y decisivos en los cuales predominó el odio, el oportunismo, la rivalidad y la traición. Una lucha abierta y frontal debido a la ambición por el poder.
El año de 1913 es un año simbólico y sincrónico como el de 1968. De funestas consecuencias por el caos que desató. En tan solo diez días, entre el 9 y 19 de febrero, cayeron muertos el general Bernardo Reyes, Gustavo A. Madero, Francisco I. Madero y José María Pino Suárez tan solo por citar algunos de sus protagonistas al igual que muchísimos mexicanos cuya memoria se pierde en el anonimato. En ese lapso, el anhelo democrático de casi 35 años quedó hecho añicos. La presidencia de Francisco I. Madero colapsó por un golpe de estado.
Aprovechando la situación imperante quedó como presidente el general Victoriano Huerta, luego de la presidencia más efímera y engañosa de Pedro Lascuráin. Los Estados Unidos a través de su embajador Henry Lane Wilson prepararon una estrategia para cambiar a un presidente por otro, haciendo creer a un grupo de militares en franca rebelión, para quedarse con el poder político en México. En realidad velaban por los intereses de compañías petroleras que perdieron privilegios durante la presidencia de Madero.
En medio de las pugnas políticas y militares, Madero quedó como hombre indeciso, contradictorio, temeroso y solo. Quienes lo encumbraron le habían quitado su apoyo y hasta lo enfrentaron como Pascual Orozco y Emiliano Zapata. La rancia sociedad aristocrática del porfiriato pronto le dio la espalda y hasta la gente más humilde se desatendió de su gobierno. La prensa se dio un festín, lo mismo burlándose y poniendo de manifiesto su antipatía por el hombre que dio al traste al régimen dictatorial. El león dormido estaba apaciguado con la poca política y mucha administración de Porfirio Díaz, se levantó en armas otra vez. Con la decena trágica, la revolución mexicana resurgió como un resultado de un movimiento que quedó inconcluso no obstante a la presencia de personajes dignos y patriotas como Francisco y Gustavo Adolfo Madero, José María Pino Suárez, Serapio Rendón, Belisario Domínguez, Francisco Villa, Felipe Ángeles y Emiliano Zapata.
Logro identificar tres posturas que coincidieron en la decena trágica: la del general Bernardo Reyes, quien se sublevó contra Madero en diciembre de 1911. La promovida por Henry Lane Wilson que conlleva al llamado “Pacto de la Embajada” el 18 de febrero de 1913, cuando al amparo del embajador norteamericano, Félix Díaz, Victoriano Huerta y otros desconocieron el régimen de Madero. Huerta quedaría como presidente provisional con un gabinete designado por Félix Díaz, quien aseguraba su participación en próximas elecciones para la presidencia de la república. Y la tercera en la cual Félix Díaz, sobrino de don Porfirio, quien con afán trataba de reivindicar el régimen porfiriano que el plan de San Luis había puesto en la antesala de su renuncia. Díaz se levantó en contra del presidente Madero en octubre de 1912 en la ciudad de Veracruz. Sofocada la rebelión fue condenado a muerte, pero Madero le perdonó, confinándolo a pagar su pena en prisión.
El 9 de febrero, los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz apoyados por cadetes de la escuela militar de Aspirantes de Tlalpan y la tropa del cuartel de Tacubaya se levantaron en armas contra el gobierno de Madero. Fueron hasta la prisión de Santiago Tlatelolco en donde liberaron a Bernardo Reyes y Félix Díaz. Luego intentaron apoderarse del palacio nacional defendido valientemente por el militar Lauro del Villar. Reyes, el procónsul de la frontera cayó muerto por una ráfaga de metralla. En dicha acción Lauro Villar quedó herido por lo que Madero dispuso que Huerta quedara como responsable de la defensa del régimen. Los sublevados huyeron rumbo a la ciudadela en donde aparentemente fueron atacados por Victoriano Huerta. En menos de una semana, la ciudad de México quedó convertida en un infierno. Gustavo Adolfo Madero le advirtió al presidente de las obscuras intenciones de Huerta, quien engañosamente no daba el golpe mortal a los rebeldes. Madero se negó a relevarlo y todavía le confió la defensa de la integridad nacional. Huerta logró atrapar a Gustavo, al cual mandó golpear y martirizarlo en la forma más cobarde y vil en la noche del 18 de febrero de 1913.
A las 5 de la tarde del 19 de febrero de 1913 Pedro Lascuráin quedó como presidente. En tan solo 45 minutos, nombró como secretario de gobernación a Victoriano Huerta y luego renunció. Al amparo de la Constitución de 1857,a la falta del secretario de relaciones exteriores, el responsable de la política interna podía acceder a la primera magistratura de la nación. Mientras, Huerta y Henry Lane Wilson hacían un brindis en la embajada norteamericana esperando ya solamente el acto protocolario en el cual Pedro Lascuráin entregaría la banda presidencial al infame usurpador.
Cuando ya todo estaba perdido, con traición y argucias, el 22 de febrero el presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez, fueron obligados a firmar la renuncia a sus cargos. La familia Madero y algunos grupos leales al maderismo, trataron de que se les respetara la vida, incluso habían conseguido asilo en Cuba para recibirlos después del golpe de estado. Trasladados a un costado del palacio de Lecumberri fueron ejecutados.
Recientemente Antonio Peñalosa escribió al respecto: “Muchos acontecimientos se dieron en esos macabros días. Muchas relaciones al respecto. De mi parte solo una conclusión: México una vez más vejado, atormentado”. La llamada decena trágica puso en duda otra vez el proyecto de Nación. Una ruptura en nuestra historia, indudablemente.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina