Regularmente se nos habla de las obligaciones que tiene el ciudadano frente a los tres poderes, el municipal, el estatal y el federal, pero casi no se habla de los derechos que tenemos nosotros como ciudadanos. Recordemos, todos tenemos obligaciones por cumplir las cuales generan también derechos. En la encíclica Pacem in Terris se nos habla de las relaciones entre los individuos, las familias, las asociaciones y comunidades políticas por una parte y la comunidad mundial por otra y enuncia dos conclusiones: la urgente necesidad de conformar una autoridad de carácter mundial que se encargue de procurar y promover el bien común en el ámbito mundial al igual que reconocer que vivimos en un mundo cada vez más globalizado que cuenta con instancias internacionales que de una u otra forma inciden en el desarrollo de los pueblos.
Los organismos internacionales deben procurar la búsqueda del bien común y el respeto a los derechos de las personas, los cuales deben estar regidos por el principio de subsidiariedad. Por ejemplo, la ONU fomenta relaciones amistosas entre las naciones, basadas en principios de igualdad, mutuo respeto y múltiple cooperación en todos los sectores de la convivencia humana, pues existe una interdependencia en el plano internacional de todos los pueblos y naciones.
En el capítulo I “Ordenación de las relaciones civiles”, Juan XXIII resalta la importancia de formar sociedades civiles en la actualidad y así colaborar en la construcción de una sociedad digna y justa. Actualmente se habla mucho del llamado cuarto nivel de gobierno (como ya se había presentado, los otros son sucesivamente el gobierno federal, estatal y municipal). Sergio Reséndiz Boone, destacado político coahuilense no está de acuerdo en hablar de niveles, pues necesariamente nos remite a jerarquías que no deben existir. Los ámbitos federal, estatal, municipal y ciudadano deben estar perfectamente enlazados para determinar cuál es la función específica respecto al otro. Y por ello no debe haber subordinación. Estoy en ello de acuerdo, debe existir un principio de subsidiariedad, el cual postula que una estructura social de orden superior no debe intervenir en la vida interna de un grupo social de orden inferior privándolo de sus competencias (Centesimus Annus 48).
En concreto, debemos reconocer la existencia de un cuarto nivel compuesto por el poder civil. La sociedad organizada emerge cuando las instancias oficiales permiten su desarrollo a través de la apertura de espacios de participación ciudadana y de organismos intermedios, de asociaciones civiles, grupos con fines específicos, que participan de una u otra manera en la toma de decisiones, ya sea en fideicomisos públicos, consejos ciudadanos y demás espacios que conjuntan las labores del gobierno como de los gobernados. La encíclica Pacem in Terris define a la sociedad como el conjunto de organizaciones distintas a las instituciones oficiales. Las organizaciones sociales son aquellas en las que sus integrantes se relacionan entre sí para alcanzar un fin específico y contribuir al fortalecimiento del tejido social.
La sociedad civil ocupa un papel preponderante en una comunidad política organizada. Precisamente las sociedades civiles surgen cuando los ciudadanos respetan sus derechos y cumplen con sus respectivas obligaciones. Esa organización surge de la intrínseca sociabilidad de los seres humanos para la consecución de objetivos que por si solos no podrían alcanzar. Esos derechos son necesarios para salvaguardar la dignidad y la libertad de la persona humana, a través de una convivencia ordenada en la verdad, la justicia y el amor.
Las asociaciones y de los grupos civiles tienen variadas intensiones: la comunicación de conocimientos en la luz de la verdad, como ejercicio de derechos y cumplimiento de esas obligaciones, como impulso y reclamo hacia el bien moral, como noble disfrute en común belleza de todas sus legítimas aspiraciones, como permanente disposición para expresar lo mejor de sí y como anhelo para asimilar siempre los valores espirituales, promover el liderazgo, vigilar constantemente a la acción de nuestros gobernantes, consolidar y mantener viva la democracia con opciones abiertas para que los ciudadanos participen en la búsqueda del bien común.
La presencia de las organizaciones en México no es nueva. Su acción se expresa en sindicatos, asociaciones civiles, organismos no gubernamentales, sociedades de beneficencia y asistencia pública, de recreo y culturales. Ciertamente que su papel en la mayoría de los casos estaba un poco alejado de los fines ya expuestos. No obstante, los cambios que vivimos exigen proponer y aplicar proyectos con fuerte presencia social.
La relación entre la autoridad y la persona debe estar mediada por los organismos de la sociedad civil, que demuestran la madurez política y la conciencia cívica de las personas. Toda convivencia humana, bien organizada y con acciones fecundas, tienen como fundamento el principio de que todo ser humano es persona.
Recordemos, tanta iniciativa, actividad y responsabilidad de los grupos intermedios cuanta sea posible y tanta intervención de los poderes públicos cuanta sea necesaria.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina