La existencia en su largo recorrido nos permite conocer y convivir con personas que se meten en nuestro corazón y anidan en él; en el Barrio de los Colegios por la calle Antonio Solís cruz con Jiménez, vivía una familia cuyos patriarcas eran Don Refugio Maldonado y Doña Amelia Vedía, tenían un comercio que atendían la Sra. Amelia y sus hijos; Don Cuco como amistosamente se le llamaba, era el responsable de elaborar trabajos y dar vida a una imprenta que había heredado de su padre Don Pedro Maldonado, que en alguna ocasión publicó material que ponía en evidencia al régimen de Porfirio Díaz y por lo tanto se le consideró rebelde, fue aprehendido y se le trasladó a la ciudad de México, fue exonerado y volvió a su solar nativo y siguió trabajando con la imprenta.
Don Cuco se agenció la representación de la Lotería Nacional y recorría todo el pueblo en su bicicleta yendo a visitar a sus clientes, con los que compartía los acontecimientos del pueblo; en los días de sorteo recuerdo haberlo visto escuchando el radio por donde trasmitían los sorteos, iba anotando los números que salían premiados y antes de que le llegaran los resultados oficiales, el ya les había informado a sus clientes del destino de sus apuestas.
Formaron una hermosa familia que convivía con toda la ralea del barrio, pues éramos muchos niños, algunos adolescentes y jóvenes que iniciaban los ejercicios militares a que estaban obligados; los hombres, sus hijos, Refugio y Juan, compartían y disfrutaban la amistad de los muchachos de su edad y por la calle Jiménez se iban todas las tardes al río, a bañarse y a pescar. Las hijas unas verdaderas damas, junto a su madre realizaban las tareas domésticas y se complacían charlando y haciendo labores de bordado y tejido, todas eran hermosas y amables teniendo un fino trato para todas las personas: encabezaba el grupo Omelia, le seguía Olvido, María Guadalupe y Laura que era la pequeña.
En los meses de vacaciones de verano, a la luz de la luna, contemplando la inmensidad del espacio sideral le pedíamos a la Profa. Olvido que nos contase un cuento o nos leyese alguna aventura del libro “Corazón” de Edmundo de Amicis; solíamos corretear por las calles del vecindario jugando a los prisioneros, el bote volado, el burro bala mientras que las niñas jugaban al bebe leche, a la matatena, saltaban a la cuerda o nos poníamos en la banqueta a jugar a la lotería.
El foco que iluminaba la esquina y que estaba colocado en la casa de Don Cuco era el punto de referencia, era el faro que a puerto seguro guiaba a la muchachada del barrio, y servía de guía a la gente que poblaba el Barrio de Sonora. La vida que sigue un curso inflexible nos fue llevando por distintos derroteros, la mayoría de los vecinos en alguna forma éramos parientes y concurrimos a las mismas escuelas; Laura cuyo físico se desarrolló en bella forma, practicaba distintos deportes y modelaba su cuerpo y su espíritu en las buenas costumbres.
En nuestro paso por la Escuela Normal “Pablo Livas” en el año escolar 1953-1954, formamos parte de la Mesa Directiva de la Sociedad de Alumnos, ella fungía como Tesorera y con dedicación y esmero ayudamos al Prof. Eugenio A. Solís a recabar la cooperación de los alumnos, en la compra de la Enciclopedia Espasa Calpe.
Continuará
Prof. Santos Noé Rodríguez Garza
Cronista de la Ciudad
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo