La palabra pascua viene del hebreo “pesaj” que significa literalmente paso. Es una festividad que nos recuerda la liberación y salida del pueblo hebreo de Egipto. Guiados por Moisés, debieron esperar 40 años para llegar a la tierra prometida. Un número relacionado con los 40 días en que Jesús vivió en el desierto meditando y orando, en donde también fue tentado por el maligno antes de iniciar su misterio pascual. Por ello hay dos fiestas de pascua, la judía y la cristiana.
Para poner fin a la antigua polémica en torno a la celebración de la pascua, el emperador Constantino durante el concilio de Efeso en el año 325, solicitó se fijara un calendario único por medio de una ley imperial. Aprobado el hecho, encargó la tarea de fijar el tiempo pascual a la Iglesia de Alejandría, la cual contaba con muy buenos astrólogos. En consecuencia los sabios alejandrinos dispusieron una serie de normas: la pascua tendría que ser en domingo por ser el día del Señor. No debía coincidir con la pascua judía para evitar confusiones ni celebrarse dos fiestas de pascua en el año, en especial porque el año nuevo comenzaba con el equinoccio de primavera, antes de la entrada del Sol en la casa de Aries. Aun y cuando estaba vigente la antigua disposición imperial, Roma no adoptó inmediatamente esa disposición de los alejandrinos
Fue Dionisio El Exiguo, quien en el año 525 comunicó de las bondades que tenía la celebración de la pascua a partir del primer pleniluneo de primavera. El plenilunio o luna llena es una fase lunar que sucede cuando la Tierra se halla situada exactamente entre el Sol y la Luna. Propuso celebrar a la pascua de Resurrección el domingo inmediato a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, que pensaban ocurría el 21 de marzo. Por ello, la pascua no debía celebrarse ni antes del 22 de marzo ni después del 25 de abril. La celebración de la pascua o cuaresma como también se le conoce, como periodo previo a la Semana Santa cambia cada año, depende de la primer luna llena que ocurre después del 21 de marzo. Se toma el domingo de Resurrección, se recortan 40 días y llegamos al Miércoles de Ceniza.
Regularmente vamos al templo a recibir ceniza y recordamos nuestra condición de pecadores, peregrinos en este mundo, dispuestos a la salvación y a la redención; de que somos parte de la tierra y a ella regresaremos. Por eso nos imponen ceniza, la cual dicen debe hacerse con la quema de los ramos que quedaron del Domingo de Ramos anterior. Debemos prepararnos como lo manda la Iglesia a sus hijos, para participar del misterio pascual comprendido en la Pasión, Muerte y Resurrección, vividos y reflexionados durante la Semana Mayor en el jueves y viernes Santo, sábado de Gloria y Domingo de Resurrección.
Son días que exigen ayuno y abstinencia, además de redoblar esfuerzos para hacer el bien a los demás. Como es un período de renuncia, tenemos una etapa previa en la cual aprovechamos para vivir con fiesta y alegría, a la cual llamamos carnaval o fiesta de la carne, con bailes, disfraces y demás bullicios que tienen su origen en las fiestas dedicadas al dios Baco en el imperio romano. Como viene un periodo de privación de la carne y de los placeres relacionados a ella, debemos vivir plenamente unos días previos al inicio de cuaresma, en donde se vivirá sin excesos y sin lujos, sin comer carne de animales y en particular sin comer carne humana, pues somos muy dados a hablar mal de los demás.
Son famosos los lugares en donde se hacen carnavales. Sobrevive la costumbre en Roma, Nápoles y Venecia. En México los de Veracruz y Mazatlán. Pero el que se lleva las palmas por las fiestas y desfiles que realizan, es el de Río de Janeiro en Brasil. Ahí consideran al carnaval como una fiesta de inversión social, pues los ricos se hacen pobres y los pobres viven como si fueran ricos.
Ahora, ¿porqué relacionamos al conejo y los huevos con la pascua? De acuerdo a una leyenda, un conejo se quedó encerrado en el sepulcro de Cristo y fue testigo de su resurrección. Por eso debía anunciar la alegría de la victoria de la vida sobre la muerte. Un anuncio que debía llegar rápido a todos los puntos de la Tierra. Y el conejo es símbolo de fertilidad. Basta con colocar una pareja de conejos una frente de otra para ver lo que hacen inmediatamente. El conejo reparte huevos como señal de la resurrección de Cristo, pues el huevo es el símbolo universal de la vida. Ciertamente al conejo lo relacionaban en la antigüedad con la fiesta de abril dedicada a la diosa pagana Astarté y con el culto a la madre naturaleza, a la vida, la fertilidad, el amor y los placeres carnales.
Además el animalito posee patas traseras que lo impulsan hacia adelante y patas delanteras con las que muy apenas se sostiene. Es una dilema o coyuntura que tradicionalmente se nos presenta: alguien quiere avanzar pero que no puede o simplemente no lo dejan. Por lo tanto necesitamos de los demás para continuar con nuestra tarea. Yo recuerdo las palabras de mi mamá cuando se refería a una persona que siempre quería sacar provecho para sí sin importarle el beneficio de los demás: “es más largo que la cuaresma”. Una etapa de preparación, respeto y sacrificio, como entrega a los demás.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina