Las cosas no marchaban bien y de una u otra forma, salían situaciones que impedían el despegue municipal. En el pueblo casi no había varones, pues muchos de ellos estaban sirviendo en el ejército, otros trabajaban en el tendido de las vías de ferrocarril en la ciudad de México o recorrían Texas con su tren de carros llevando o trayendo mercancías.
Una ocasión Ricardo Elizondo director de la biblioteca Cervantina del ITESM, me platicaba que los carreteros pasaban de contrabando el ganado mular a través de Corpus Christi, para llevarlos hasta La Habana, Cuba y éstos traían como pago, perlas y conchas marinas. Con ésto, se abrieron talleres domésticos en lo que se elaboraban botones para la ropa. Los hombres que se quedaron en el pueblo, ya sea por su avanzada o temprana edad laboraban en el cuidado de la caballada del gobierno del estado, servían en el destacamento de la guardia nacional o debían ejercer diversos oficios para sobrevivir. En ese entonces el ganado se trasladó hacia el Camaján, porque la sequía estaba diezmando a la actividad agropecuaria.
Por tal motivo, el ayuntamiento justificó su poca obra pública ante el gobierno del estado, debido a la situación imperante. La sequía se había prolongado, y en consecuencia no tenían agua para riego, además de los ataques constantes de los naturales y de la incesante guerra civil. Se quejaban de que muchos varones estaban fuera de la villa y no había quien trabajara la tierra. Todavía estaban construyendo las casas consistoriales y la cárcel. Pero la educación del pueblo era un deber ineludible pues había un local para la escuela primaria, con dos maestros pagados por los padres de familia.
Andrés González entró como alcalde en 1864. Un año complicado indudablemente, pues la rivalidad entre Benito Juárez y el gobernador Vidaurri causó intranquilidad entre la población. Aunque los Vidaurri mantenían negocios y relaciones familiares en el pueblo, la mayoría de los higuerenses se proclamaron por la causa juarista. Estaban orgullosos de que Juárez había instalado la presidencia en Monterrey, por lo que sin importarles la pobreza donaron toda la caballada y la mulada existente a favor de los republicanos. No conforme, el gobierno juarista solicitó carretones para el servicio de sus tropas, pero informaron de que todos los vehículos de tracción animal los tenían cerca de cien higuerenses quienes se encontraban en Texas llevando y trayendo mercancías. Por lo que el cabildo ofreció cooperar con dinero en efectivo. Emisarios del gobierno de la república visitaron Marín e Higueras para reclutar gente, pero se dieron cuenta que la mayoría de los varones sobrepasaban los 55 años y se ocupaban de las labores agropecuarias.
En 1865 fue alcalde Nicolás de la Garza y para el año siguiente Encarnación González. Durante su administraci¢n entró al pueblo un regimiento francés para cometer fechorías, robos y perjucios; por lo que un grupo de vecinos presentaron sus quejas ante el alcalde.
Para 1867 había 1,114 habitantes en el municipio. El problema se agravó cuando en el mes de enero se propagó una epidemia de cólera, controlada tres meses después.
Para efectos administrativos, la cabecera municipal fue dividida en dos secciones. Antonio Martínez era el alcalde pero renunció a los pocos meses de tomar posesión. Entró a su relevo José María Elizondo. Para las elecciones a la alcaldía en el período de 1868, resultó electo Javier Villarreal, pero antes de tomar posesión falleció. Como también era el comandante del escuadrón militar de Higueras, el sepelio se realizó con honores marciales el 13 de diciembre de ese año, en el templo de nuestra señora de Guadalupe.
Entró como alcalde interino ni más ni menos que el teniente coronel Ruperto Martínez. Inmediatamente dispuso el ornato público, la apertura de las calles y la división urbana en manzanas. Prohibió los juegos de azar, las cartas "de suerte" y demás diversiones consideradas en su tiempo como inmorales, por lo que ganó fuertes enemistades con los vecinos que vivían de las apuestas y de los que no querían ceder sus terrenos para la apertura y agrimensura de las nuevas calles. El 31 de julio de 1868 murió Ruperto Martínez. También se le organizó una ceremonia luctuosa de acuerdo a su rango. Otra vez se convocó a elecciones; quedando en el puesto Lucas González.
El vecindario estaba molesto por la división de la cabecera en forma de domero de ajedrez, pues afectaba terrenos de particulares, por lo que el alcalde prefirió suspender la traza hasta nuevo aviso. En 1869 entró como alcalde Antonio de la Garza. El si concluyó la urbanización de la cabecera. Apoyado por el dinero que entraba a las arcas municipales por bailes, diversiones públicas, pisos, rentas y demás; se pudo costear la construcción de la cárcel, gracias a las contribuciones de algunos vecinos. Para la defensa de la población, tenían la llamada guardia nacional de Higueras, regimiento compuesto por 113 soldados.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina