El David: de la biblia al renacimiento
Cuando se cumplen años, como señal de felicitación se canta una estrofa de una canción a la que relaciona las mañanitas con el rey David. David fue el segundo rey de Israel entre los años mil y 962 antes de Cristo. Pertenecía a la tribu de Judá y estaba llamado a liberar a su pueblo. Precisamente en el Libro Primero de Samuel, encontramos muchas referencias que nos hablan de su vida: de cómo siendo de una cuna humilde, pastor de cabras, retó al gigante Goliat y lo venció con tan solo una honda. De cómo entró a la corte del rey Saúl y terminó siendo ungido rey de Israel. Se le describe como hijo de Jesé el belemita, sabía tocar un instrumento musical, era valeroso, buen guerrero, de palabra amena y agradable presencia. Por cierto, es uno de los troncos genealógicos de un linaje al cual pertenecía Jesús, a quien se le conoce en los evangelios como el gran hijo de David.
En el renacimiento italiano, los grandes pintores y escultores se dedicaron a recrear escenas y personajes bíblicos a los que ajustaban a los moldes del arte grecolatino. De ahí que Miguel Angel, realizara entre 1501 y 1504 una gran escultura de cuatro metros de altura. Para ello, consiguió un bloque que estaba abandonado en la plaza de la Señoría de Florencia, mismo que Leonardo también buscaba para realizar un trabajo escultórico. Lo cierto, es que el David, la escena del momento de la creación en la pintura central de la Capilla Sixtina y el hombre de Vetrubio de Leonardo, representan el cambio del sistema teocéntrico al antropocéntrico y el triunfo de las humanidades. Pronto la escultura ganó fama, y llegó representar a la señorial y magnífica república de Florencia. El David estuvo hasta 1910 en la plaza de la Señoría, año en que fue trasladada a la Galería de Arte de Florencia y para ello, se mandó hacer una réplica que fue colocada en su sitio original. Para muchos historiadores del arte, el David es una de las esculturas más famosas e importantes en la historia del arte y de la civilización.
De Florencia a San Pedro
En 1943, los hermanos Ignacio, Manuel y Alberto Santos, promovieron el desarrollo urbano de una zona de Garza García, a la cual le pusieron colonia del Valle, cuyo eje principal estaba compuesto por dos calzadas: la de San Pedro que corre de norte a sur y la del Valle que corre de oriente a poniente. Posteriormente, la señora Yolanda Salinas, esposa del empresario Jaime Garza, propietarios de la antigua hacienda de la Décima, celebraron un contrato para ceder una parte del terreno contiguo al río Santa Catarina, como derecho de paso y construir un puente para comunicar a San Jerónimo en Monterrey con el nuevo desarrollo inmobiliario. El puente, sólido y sobrio como los empresarios que lo proyectaron, obra del ingeniero Eduardo Belden, desde entonces ha resistido los embates de las aguas embravecidas del río Santa Catarina.
Del lado de San Pedro, el sitio se le conocía como Loma Blanca, precisamente en donde inicia la Loma Larga que casi toca al cerro de las Mitras. Lugar histórico por excelencia, pues por ahí el ejército norteamericano rodeó para caer sobre el sitio de defensa del cerro del Obispado durante la ocupación norteamericana en 1846.
Se dice que don Jaime Garza creía en la reencarnación y tenía la convicción de que en su otra vida había sido un italiano distinguido, al servicio de los Médicis de Florencia. Cuando decidieron hacer un desarrollo inmobiliario al que llamaron Fuentes del Valle, en lugar de ponerles nombres a las calles con ríos, se les puso vías, como Apia, Savotino, entre otras más. Y para coronar su loable esfuerzo, mandaron hacer una escultura del David, sobre una plaza circular que diera la bienvenida tanto a Garza García como a las colonias nuevas. Me dicen que el autor de la obra es ni más ni menos que el escultor alemán Matías Goeritz (1915-1990) al que le debemos obras de considerable valor estético como las torres de Ciudad Satélite y la Serpiente que se instaló recientemente en Monterrey.
Hoy se venden recuerdos y se compran olvidos (Carlos Pellicer)
La escultura del David continuamente es usada como una alegoría relacionada a la educación. Educación significa literalmente sacar hacia fuera. Una vez le preguntaron a Miguel Angel por qué necesitaba el bloque de mármol y el les dijo que ahí estaba el David, descansando entre la roca y que el le quitaría lo sobrante y solo dejaría la forma humana visible. El escultor florentino quedó tan asombrado con su obra, que tomó un martillo y lo golpeó con la intención de hacerlo hablar.
Es cierto que el David de San Pedro no tenía la proporción del original y continuamente fue blanco de críticas y travesuras. Pero siempre fue un punto referencial por excelencia. Siempre decíamos, “ahí por el David”. Y ¿ahora cómo vamos a decir? Se justifica la realización de una obra peatonal con diseño de algún artista renombrado de la actualidad. Pero no termina de gustarme. Si era una obra de arte del municipio de San Pedro, colocada e inaugurada en 1967 por la entonces alcaldesa doña Norma Villarreal de Zambrano, pues lo más lógico era llevarla a otra parte del municipio, sin deshacerse de ella ni entrar a subastas.
Para los arqueólogos, la pieza es importante en su punto original, pues ella está en un contexto que se puede leer e interpretar. Fuera de ello, no deja de ser una obra decorativa, situada en medio de muchos otros íconos de la cultura contemporánea. En su plazoleta, el David estaba alto, erguido, con orgullo, presto a la lucha para derrotar a los filisteos. Lo peor del caso, es que nos estamos quedando en una zona metropolitana sin refencias ni puntos en común, cuya intención es preservar lo que fuimos y hablar de lo somos. Un grupo social sin nexos ni símbolos que promuevan nuestra memoria e identidad.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina