La palabra piñata es de origen italiano. Literalmente significa reunir, juntar o atar. Fue precisamente introducida por el viajero italiano Marco Polo en el siglo XIII que la trajo a Italia desde China.
Los chinos desde tiempos ancestrales utilizaban piñatas con la figura de vacas o buey, cubierta con papeles multicolores a las que colgaban herramientas para el trabajo agrícola. Con ésta figura realizaban una ceremonia al inicio de la primavera que coincidía con el inicio del año chino. Los colores de la figura representaban las condiciones en que se desarrollaría el clima del año. Además ponían en las vacas o el buey, cinco tipos de semilla que al golpear la figura, se derramaban entre los asistentes. Luego las figuras eran quemadas y guardadas sus cenizas pues se creía que daban buena suerte.
Cuando la costumbre llegó a Europa, se adoptó para las festividades de Cuaresma, haciendo una ceremonia el primer domingo y en consecuencia se le llamó Domingo de Piñata. Es cuando se utilizaron ollas de barro que rellenaban de frutas y dulces. Luego las ponían en un lugar alto para que los asistentes la golpearan. De Italia la costumbre pasó a España, en donde se hacía un Baile de la Piñata. Durante el baile la piñata se colocaba en un lugar alto preferentemente en un patio y se comenzó a decorar la olla con papeles multicolores, listones y oropeles.
Fueron los misioneros agustinos quienes la trajeron a México en donde tomó su carta de naturalización. Ellos le dieron un fin evangelizador: en la piñata están representadas las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. La banda que cubre los ojos es la fe, pues solo ella nos mueve en la oscuridad y nos aparta de las voces que nos quieren desorientar. Por ello los asistentes le gritan a quien intenta romper la piñata para que caiga en un error. Como los congregados en el juego ven al cielo, implorando los dones divinos, ahí está implícita la esperanza y cuando la piñata se rompe, caen los frutos de ella que deben compartirse. Ahí está la caridad.
Pero también los agustinos decoraban a la piñata con objetos de colores, papel vistoso y oropeles. Esto representa a las tentaciones del mundo que nos llaman y atraen. Mientras que el palo representa la virtud y la fuerza con la que intentamos, por medio de la fe, vencer a las tentaciones del mal. Incluso, también se ponían siete picos que representan a los siete pecados capitales que debemos evitar y vencer con las virtudes: ira, gula, avaricia, envidia, pereza, lujuria y soberbia.
En sí la catequesis de la piñata es la siguiente: representa a los siete pecados capitales, una persona debe ir con los ojos vendados (significa la fe) a tratar de romper la piñata con un palo (la virtud), que te va a costar mucho trabajo, porque nuestra naturaleza humana es muy débil para la lucha, pero si logras destruirla, la recompensa vendrá del cielo representada por los dulces y la fruta.
Cuando se celebraba la jura como Rey de España de Felipe II en 1557, se hicieron diversos festejos en la Nueva España. Ahí comenzaron a regalar monedas. Por eso cuando se repartían, la gente cantaba: No quiero oro ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata en alusión a la preferencia del juego y la diversión. De ahí también se comenzó a cantar dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino.
Hoy en día se hacen piñatas de distintas formas: puede ser del héroe, cantante o villano de moda. No pueden faltar en las fiestas de cumpleaños. Hasta el sábado de Gloria se les representa con los enemigos del pueblo para quemarlas como a Judas.
Debemos evitar que se pierda su sentido original. Y más en éste tiempo de Adviento que es el tiempo de espera de la venida del Salvador que se hace humano como nosotros. Es un tiempo de meditación y de espera y no de de preocupaciones por las cosas que haremos, comeremos, compraremos y regalaremos. La Navidad comienza el 24 de diciembre y concluye con la Epifanía del Señor el 6 de enero. Pero desde hace tres semanas, en los medios de comunicación solo vemos y escuchamos cosas relacionadas con las fiestas y posadas que distan mucho de lo que realmente deben ser: esperar a que llegue el Hijo de Dios a nuestros corazones.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de Santa Catarina