El quinqué, la lámpara de gas morado, la lámpara de aro, la lámpara de gasolina.
El quinqué, aquel pequeño “bote” de lámina lleno de gas, con un mechero en la parte superior y un asa a un lado para llevarlo.
La lámpara de aro, aquella que servía para iluminar el patio con un depósito para el gas en la parte inferior, un tubo de grueso vidrio en forma de “barrilito” y una palanca de alambre grueso que al oprimirla permitía que el tubo medio saliera de su posición vertical, para poder limpiarlo con papel periódico o con un pedazo de “trapo”.
La lámpara de mesa, aquella lámpara con una gruesa base de cristal y en la que se podía observar el gas, aquella lámpara con un delicado tubo cristalino y un pequeño engrane que hacía que la mecha encendida subiera o bajara, permitiendo con esto una mayor o menor iluminación.
Las lámparas, las lámparas aquellas que iluminaban el pueblo, aquellas que iluminaban el pueblo, aquellas que iluminaban como brillantes luciérnagas la oscuridad de la noche.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.