El pueblo y sus personajes, gente sencilla y por su misma sencillez grande; tan grande que ha pasado mucho tiempo y ellos siguen estando en el pensamiento y en el sentir de la gente.
De repente unos “toquidos” en la puerta y mi tía, abría el ventil y aparecía la desgarbada figura de un hombre con larga barba, sombrero de palmito y una gruesa rama de árbol a manera de bastón, pedía que le dieran algo para comer; a veces los chiquillos de la casa corríamos a escondernos por temor a ese hombre, que a decir verdad era inofensivo y que lo único que cargaba a cuestas eran sus años y un costal de ixtle donde depositaba los alimentos que le eran regalados: él era León Toral, no se si ese era su nombre, pero así lo conocimos, llegaba puntualmente a las tres de la tarde con un sol que quemaba la piel, su visita era cotidiana; y en los ventiles de las puertas de mi otrora pueblo tranquilo, llegaban muchos personajes, que antes de tomar lo que no les pertenecía, se llenaban de valor para humillarse con sencillez, con esa sencillez que los hacía grandes y solicitar el pan de cada día.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.