La Universidad Autónoma de Nuevo León se encamina al inicio del tercer milenio, con proyección firme basada en la búsqueda de mayor calidad en las tareas docentes, de investigación, así como en las labores de administración, sin olvidar la acción bienhechora de la extensión cultural.
A no dudar, la conducción del timón universitario en los últimos años se ha llevado con acierto, con mano firme y segura, evitando al máximo el atropello de los pequeños iceberg surgidos en el tránsito, en un océano que a veces muestra olas embravecidas, o la calma total, navegando en aguas tranquilas, no por eso exentas de peligros y corrientes traicioneras.
Los guerrilleros de la añoranza desearían un escena universitaria en rebelión, caos e incertidumbre, para saciar su espíritu rebelde y su vasta producción de adrenalina; hoy son otros tiempos, la academia debe dominar el horizonte, pero se equivocan quienes estén pensando que en la UANL no hay, ni debe haber disidencia, traicionaríamos el ideal universitario forjado por distinguidos pensadores como Raúl Rangel Frías, José Alvarado, Juan Manuel Elizondo, Mateo A. Sáenz, Genaro Salinas Quiroga, Héctor González, Máximo de León Garza y muchos otros: queremos, como afirmara Alfonso Reyes, una Universidad justiciera y humanista.
Sean bienvenidos los puntos de vista contrarios, los argumentos de la inconformidad, expongámoslos de frente, sin alteración, ni sorda resonancia, con serenidad y comedimiento, sentémonos a dialogar, a discutir, sin extremismos, con la mente y corazón siempre puestos al servicio de nuestra Universidad.
Pensar la Universidad, sentir la Universidad, amar a la Universidad, ser y actuar orgullosamente universitarios; hablar de la Universidad con la frente en alto y henchido el corazón, defender a nuestra Universidad de los ataques virulentos de políticos veteranos y bisoños, quienes ven en ella un campo propicio que, como cazadores furtivos, quieren cobrar las piezas que engrosen su carrera política y en afán meramente populista, se presentan como sus defensores, críticos y componedores.
El ejercicio dialéctico de la crítica y autocrítica debe estar siempre presente en todos los actos del universitario, ambas tendrán que ser constructivas y que lleven como consigna el mejoramiento académico en todos sus aspectos; nuestras trincheras son el aula, el gabinete de investigación, el laboratorio, el taller y el campo, debemos ser mejores maestros, mejores investigadores, mejores promotores culturales, mejores administradores, siempre buscar la elevación de nuestro nivel; en la UANL ya no deben tener cabida el maestro faltista, ni el impreparado, menos el flojo y haragán, no deben tener espacio el administrador ni el director corrupto, que malgastan los exiguos recursos del erario o se apropian de ellos.
También se requieren alumnos mejor preparados, más eficientes, que tengan conciencia de lo que es ser un estudiante universitario, que no tan solo busquen la nota aprobatoria, sino que posea el herramental científico y práctico para hacer frente a su futuro profesional o técnico, un estudiante más comprometido con la Universidad y con la sociedad, que esté enterado y comprenda los sacudimientos sociales y no sea un títere más, movido por los medios masivos de comunicación.
En este inicio de milenio la UANL tiene otra dimensión, otra estatura, alteza de miras. La excelencia académica es la meta, consolidar el prestigio de la Universidad, ligarla al pueblo a quien se debe, difundir sus tareas, sus logros, enfrentar la reducción al presupuesto con imaginación, talento y creatividad; al mismo tiempo, conseguir los dineros para estimular los exiguos salarios de docentes, investigadores, personal técnico y administrativo, en fin, éstos son algunos de los retos a los que se enfrenta hoy la Universidad.
En la actualidad hay rumbo en la Universidad, el timón del barco lo lleva un maestro reconocido, que no ignora los vericuetos de la política y administración universitarias; contribuyamos a impulsar la embarcación universitaria hacia puerto seguro y promisorio.