Cuando don Francisco I. Madero decidió lanzarse a la revolución mediante su Plan de San Luis, en contra de la dictadura de treintañera del Gral. Porfirio Díaz, fijó el inicio del levantamiento armado para el 20 de noviembre de 1910, no contó con que los brotes revolucionarios fueron pocos y fue el estado de Chihuahua el que llevó el peso fuerte de esta primera etapa de la lucha armada.
En Nuevo León la rebelión maderista no prendió con fuerza debido a diversos factores, entre los que podemos considerar los estragos de la inundación de agosto de 1909, que tras la magnitud del desastre apagó los ánimos levantiscos de aquellos que no veían con buenos ojos al régimen de don Porfirio y a nivel local al de Bernardo Reyes.
Otras causas que influyeron en la poca actividad rebelde fue el férreo control político que impuso Reyes en su largo mandato, el reparto de canonjías a la élite empresarial, además de que muchas personas consideraron una verdadera locura los devaneos revolucionarios de Madero.
A la caída del dictador la situación fue otra, pues los viejos porfiristas enquistados en alcaldías, diputaciones y otras posiciones políticas fueron momentáneamente desplazados, luego recuperaron sus posiciones al producirse el cuartelazo de Victoriano Huerta.
La efervescencia causada por el movimiento democratizador realizado por Madero con sus postulados de Sufragio Efectivo, No Reelección, ahora si, después de la renuncia de don Porfirio, caló hondo en el ánimo de los nuevoleoneses.
Al plantearse la elección de un gobernador que respondiera a los aires renovadores que invadieron al país, se presentaron las candidaturas del Lic. Viviano L. Villarreal, tío político de Madero y seguro ganador en la justa electoral, por aquello del nepotismo al revés, quien era propuesto por el Partido Constitucional Progresista, la del Ing. Francisco Naranjo impulsado por el Partido Reyista y la del escribano Tomás Crescencio Pacheco propuesto por el Partido Católico.
El tío de Madero, don Viviano L. Villarreal gozaba de grandes simpatías, pues ya había sido gobernador al finalizar la década de los setenta del siglo pasado, además contó con la bendición política de Madero, que aunado a sus lazos de parentesco lo llevaron a un amplio triunfo en la lucha electoral por la gubernatura. Contrario a lo que afirma Enrique Krause, Madero impuso candidatos en varias entidades del país, don Viviano en Nuevo León y Carranza en Coahuila, son ejemplo de ello.
Naranjo tenía arraigo en los municipios del norte y ganó la elección en Lampazos, su pueblo natal, Villaldama, Bustamante, Vallecillo y Sabinas Hidalgo; por su parte don Viviano barrió en la votación en el centro y sur del Estado.
Si revisamos los resultados electorales de la elección de ese 11 de junio de 1911, encontramos que los aires renovadores triunfaron en toda la línea; la esperanza del cambio prometido cimbró al pueblo, en contrapartida, los viejos porfiristas y sus juniors mascullaron su derrota y se replegaron para esperar la ocasión de ir por el desquite.
Por lo pronto, si se pudo llegar al poder democráticamente, sin embargo, la confianza de Madero y sus errores políticos y administrativos, animaron a los viejos zorros militares a darle golpe de Estado.
En la actualidad un nuevo maderismo recorre todo el Estado, el fenómeno sociológico que es Adalberto Arturo Madero Quiroga, tiene preocupados a los otros precandidatos del PAN y a los descoloridos del PRI. Maderito está en plena campaña política, sus hechos y acciones así lo demuestran y la gente del pueblo está con él, ¿Entonces qué?, ¿Ahora si somos maderistas?