Comentaba en una columna anterior acerca del triunfo que obtuvo en Yucatán Ivonne Ortega, candidata priísta a la Gubernatura de aquel estado, actualmente en manos del PAN.
Al respecto, el líder nacional del Partido Acción Nacional, Manuel Espino, declaró posteriormente que ellos confiaban plenamente en el triunfo de su candidato, Xavier Abreu, tomando en cuenta, según dijo, el magnífico trabajo que ha venido realizando en aquel estado Patricio Patrón Laviada y, a nivel nacional, el Presidente Felipe Calderón.
Desafortunadamente para ellos el resultado no fue el esperado lo que habla de una percepción distinta de la ciudadanía en cuanto a lo señalado por Espino, aunque también pudieron influir otros factores, entre los que pueden señalarse el candidato postulado, la manera en que se realizó la campaña, sin descartar posibles acuerdos cupulares.
Esto tiene su lado bueno, empezando por la alternancia, pues obliga a los partidos políticos a no dormirse en sus laureles ni a confiar, o avalar ciegamente a un gobernante en funciones, y a dar por descontado el triunfo de un candidato basado en lo anterior, amén de exigirlos a mejorar constantemente sus métodos de selección de candidatos.
Aunque, según se ha visto, en algunas ocasiones ni esto último le garantiza el triunfo a un partido que se esmera en designar a un buen elemento, pues llega a ocurrir que la ciudadanía se deslumbra o se deja llevar por el carisma, la presencia física, o la forma de hablar o actuar de algún candidato, lo cual sale sobrando a la hora de gobernar, pues para ello se requieren otras cualidades, que no cualquiera posee.
Acuérdese de Vicente Fox.