Indudablemente que la historia de éste río, parte substancial de una de la regiones más bellas de nuestra entidad, tiene que ver con estabecimiento de misiones y puntos de evangelización en lo que actualmente son los municipios de Aramberri y General Zaragoza en Nuevo León y de San Antonio de los Llanos, originalmente perteneciente al Nuevo Reyno de León y ahora parte de Tamaulipas.
Aramberri se le conoció en su fundación como “Misión de Santa María de los Angeles del Río Blanco” y General Zaragoza como “Misión de San José del Río Blanco”. La evangelización del sur de Nuevo León fue emprendida desde el convento franciscano de Charcas. En 1626 fray Lorenzo Cantú, guardián de dicho convento, siguió a un grupo étnico llamado “Negritos” o “Bocala” que regresaban a su lugar de origen desde Matehuala hacia el oriente, hasta internarse en la Sierra Madre Oriental. El franciscano les pidió que se volvieran a Matehuala pero no quisieron y para atenderlos, decidió establecer unas misiones en dos valles que se forman en medio de las montañas.
Después de fray Lorenzo Cantú vinieron otros sacerdotes procedentes de Charcas que llamaron a la región Río Blanco. En 1648 el obispo de Guadalajara Juan Ruiz Colmenero, estuvo inspeccionando las misiones precisamente un 2 de agosto y por ello le fue impuesto el nombre de la misión de Santa María de los Angeles del Río Blanco, en lo que actualmente es Aramberri. Los religiosos recorrieron el cauce del río por entre los cañones de la Sierra Madre. A principios de enero de 1666, los franciscanos Juan Caballero y José de San Gabriel, avanzando río abajo y buscando más almas que convertir, pasaron por un cañón que se abría por en medio de una serranía áspera y repleta de bosque. Llegaron a un valle delimitado por las montañas el 2 de febrero de 1666 al que llamaron San Antonio de los Llanos y a mano derecha del río, asentaron una población con indios llamados “rayados”. Como era día de la Purificación, llamaron al caudaloso río como de la Purificación.
San Antonio de los Llanos estaba cerca de “una ciénega muy abundante de agua y fácil de sacarla para regar con ella” (sic). Salieron del Río Blanco al año siguiente para formalizar la fundación y cuentan los franciscanos que pasaron por varios ríos “muy amenos y más gente nueva para convertirla al cristianismo”.
Ciertamente que la región recibió el impulso de Fernando Sánchez de Zamora, quien a partir de 1659 se le debe la población de casi todo el sur del estado de Nuevo León y de algunas regiones de Tamaulipas como San Antonio de los Llanos, actual Hidalgo y Santa Engracia, Tamaulipas. En 1673 esos lugares fueron escenario de los levantamientos de los indios janambres, rayados y borrados, que obligó a que temporalmente las misiones fueran despobladas.
A decir de Gonzalitos, el río Blanco o Purificación “es el único río que hay en la parte del sur del Estado y aunque abundante, no puede utilizarse su caudal por falta de terrenos, pues corre dentro de la Sierra y apenas sale de ella junto con el de Ibarrilla, cuando entra a tierras de Tamaulipas, donde va a ser el famoso río de Soto la Marina, que desagua en el mar, en la barra de la Marina”.
Por su parte, los autores de la “Reseña Geográfica de Nuevo León en 1910”, señalan que nace en la Sierra del Agua de Afuera en el cerro de la Guacamaya en el municipio de General Zaragoza. Su corriente sigue al norte y recibe otros afluentes que vienen de la Sierra Madre que se llaman de San Francisco y de San Josecito. Luego se interna a Aramberri, cruzando su territorio de sur a norte. Más abajo recoge las aguas de la Parrita y pasa por la congregación de Escondida. Recibe más agua de otros arroyos que bajan de la sierra y en un punto cercano entre los límites de Aramberri y Zaragoza, se interna al estado de Tamaulipas en donde se alimenta con las aguas de otros arroyos que vienen del cerro de la Pizaña.
A lo largo de su trayecto en Zaragoza, Nuevo León, forma tres saltos de agua, uno de 25, otro de 20 y otro de 15 metros de altura antes de que el Blanco toque a Aramberri. Una de ellas es la cascada de El Salto situada a tres kilómetros de la cabecera. Los autores de la reseña advierten que el río desde su origen comienza a ser aprovechado para los usos agrícolas y que no obstante el fuerte desnivel de su lecho tiene varios puntos asentados y propios para construir depósitos o para abonar con su limo; y que se enriquece de manantiales como los de la Paila y el Rosario. Río abajo, ya en Tamaulipas el Blanco se nutre con caudales de el Alamar, el Santa Engracia y el Corona, hasta desembocar en el Golfo de México.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina